domingo, 17 de mayo de 2020

14052020

Me desconsuela pensar en ti. No puedo hacer a un lado ni olvidar lo que provoqué hace un año. Me enoja y duele más de lo que supones haberte causado no sólo una preocupación inesperada, una angustia inmerecida y seguramente una sensación  de arrepentimiento por lo que habíamos llegado a hacer; no sólo eso, también una desilusión. No, no creas que me siento con merecimiento como para provocarte dolor. Nada de eso. Pero no era razonable pensar, con todo y la ironía que significa, que en este momento de la vida enfrentaras un nuevo desengaño.

No pienses tampoco ni por un momento que tenga un sentido de victoria (como tu nombre) por el hecho de haber logrado estar tan íntimamente cerca de ti. No. Pienso en tu decisión desinteresada, incondicional y tal vez ilusionada de establecer una alianza  conmigo; quien sabe si en un intento de realizar o revivir, intentar , olvidar, disminuir, ocultar o simplemente trasladar a un plano intangible, irrealizable, algo surgido de un no sé qué de sentimientos e ideas confusas, olvidadas; pero que de alguna forma se entrelazan con vivencias y sucedidos actuales. Lo que no fue y si acaso pudiera ser una especie de fantasmagoría alegórica, una representación tal y como puede ser una puesta en escena, sobre una  historia imaginada, no vivida pero no por eso menos real.

Y entonces resulta que el breve espacio en que pude estar contigo lo he desperdiciado, sin haberme dado cuenta, sin haberlo pensado. Si antes no fue, esta posibilidad de ahora…

martes, 14 de enero de 2020

La irrealidad es esa realidad alterna: lo que pudo ser  y no fue. Pongamos por ejemplo mi ilusión de estar enamorado de una vez y para siempre de la mujer más guapa (¿hermosa?) que conocí por única y primera vez y que ella misma iluminara las mañanas y permaneciera al lado. Yo no quería nada más que eso.
Tampoco sabía que, si eso no sucediera, un día podrían existir el aburrimiento o el hastío. Nunca supuse eso. En esa época pensé que sería una sola y no más.
Pero algo ocurrió y nunca más fue aquello que pensé era lo único que importaba.
De modo que torcí el camino y ahora, a dónde me dirija, no existe más que ese estado ideal. 
Todo alrededor es engañoso, incierto. De lo único que tengo certeza es de lo que una vez fuiste.
Eres la historia que le susurro a algunos cuantos, sin nombres ni calles ni época; la única con la que mi historia, la nuestra, pudo ser diferente.
Y no entienden. Se imaginan que en algún momento, por una coincidencia extraordinaria el destino inicial podría recobrarse. Y no es así.
Estar contigo, imaginarte en todas las formas posibles, con tu deseo, con tu probable necesidad de ser querida en forma absoluta, en cada una de tus partes; amanecer conmigo en ti sin otro objetivo que volver a ti. Sin tener que pasar por la inútil y vacía experiencia de dejarte en alguna hora de la mañana... con la incertidumbre de volverte a ver.
Estoy loco por desearlo. Por recrearlo.
Peor aún, deseando olvidaras aquel día trágico.
Ser de nuevo contigo. Sin que existan ni tiempo ni personas que no sean tú.
Dormir plácidamente contigo.

Y amanecer.

jueves, 15 de febrero de 2018

Me pregunto si lo sucedido fue por una acumulación de años, que fueron sumando nostalgias, posibilidades, extrañamientos o curiosidad. Yo no lo sé definir. Quería hacerme a la idea poco a poco de continuar esa tarde trunca, de enderezar y corregir caminos desviados.  De  borrar lo que nos vino después y separó irremediablemente durante tantos años.  Pero no era ni es posible.  No de esa manera. No era posible regresar el tiempo.  Volver al origen. Y tal vez tampoco era deseable ni conveniente. Después de pensarlo, después de las sensaciones, de tratar de ordenar las ideas,  los sentimientos, las razones, me di cuenta de que había,  - hay- otros caminos; posibilidades.

Y entonces vuelvo ya no a la tarde de hace imprecisables años; sino al verdadero momento de descubrirte, de encontrarte ahora si por primera vez. Y pienso en ese momento de pura concesión, de decidir,  ahora si, con plena conciencia y voluntad y deseo y ganas,  de ser. De estar ahí,  de crear un momento, de construir aunque sea de manera titubeante un hecho en sí. No se que tanto con temor o duda,  o incertidumbre del después, pero que no importaría. Porque ya no habría, ya no sería bueno o malo.  Sin importar el resultado ni la consecuencia, ni a donde llevaría. Era sólo ser.

Así que ahora extraño ese momento. Y vuelvo a ello cada vez.  Y quiero sentirlo y recorrerlo nuevamente. Descubriendo tactos ,  caminos, emociones. Dándome cuenta apenas que ésto lo habías decidido hace mucho tiempo.  Que para ti era un paso natural.  Que no había brechas,  solo continuidad. Y yo perdido. Enmarañado en ideas y prejuicios absurdos. Consciente apenas de querer volver a verte.  De tenerte toda la tarde - y la noche - para mi.

Así que ahora, después de vacíos inacabables vuelvo a sentir nostalgia de ti; exactamente igual que en tu primera ausencia.  Cuando ya no me era permitido verte al llegar después de la escuela y te espiaba por las rendijas de mi baño, sabiendo que estabas ahí, en la mesa de planchar, la mesa nuestra de platicar. Porque solo importaba que estuvieras ahí.  Porque absurdamente creía que estabas para mi. Con tu eterno aire de ausencia.

De modo que también para mi se cerró, se desvaneció la brecha. De nuevo quiero verte, extrañar tus ausencias.  Sentir un vacío si no estás. Si no puedo verme en tus ojos.