Y entonces vuelvo ya no a la tarde de hace imprecisables años; sino al verdadero momento de descubrirte, de encontrarte ahora si por primera vez. Y pienso en ese momento de pura concesión, de decidir, ahora si, con plena conciencia y voluntad y deseo y ganas, de ser. De estar ahí, de crear un momento, de construir aunque sea de manera titubeante un hecho en sí. No se que tanto con temor o duda, o incertidumbre del después, pero que no importaría. Porque ya no habría, ya no sería bueno o malo. Sin importar el resultado ni la consecuencia, ni a donde llevaría. Era sólo ser.
Así que ahora extraño ese momento. Y vuelvo a ello cada vez. Y quiero sentirlo y recorrerlo nuevamente. Descubriendo tactos , caminos, emociones. Dándome cuenta apenas que ésto lo habías decidido hace mucho tiempo. Que para ti era un paso natural. Que no había brechas, solo continuidad. Y yo perdido. Enmarañado en ideas y prejuicios absurdos. Consciente apenas de querer volver a verte. De tenerte toda la tarde - y la noche - para mi.
Así que ahora, después de vacíos inacabables vuelvo a sentir nostalgia de ti; exactamente igual que en tu primera ausencia. Cuando ya no me era permitido verte al llegar después de la escuela y te espiaba por las rendijas de mi baño, sabiendo que estabas ahí, en la mesa de planchar, la mesa nuestra de platicar. Porque solo importaba que estuvieras ahí. Porque absurdamente creía que estabas para mi. Con tu eterno aire de ausencia.
De modo que también para mi se cerró, se desvaneció la brecha. De nuevo quiero verte, extrañar tus ausencias. Sentir un vacío si no estás. Si no puedo verme en tus ojos.